Un tronco de palmera
arrulla en una hamaca
a una joven Señora.
En el sueño dibuja
la sonrisa de sus quince años
y los morenos ojos
del padre de su niña.
La suavidad del primer baile
y un cálido aire
entre su piel y su juventud,
le enrojeció las mejillas
y la despertó.
Al borde del arroyo
chapoteaba su niña,
y bajo la colina
el eco de las luces del pueblo.
Vistió a su hija de domingo
y encontró, junto a la camisa
y el sombrero del esposo huido,
su falda blanca.
Tiró los restos ya olvidados
y partieron, riendo y abrazadas,
a la fiesta del pueblo.
martes, julio 25, 2006
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